Intentar otra vez

Me despierto y me doy cuenta que ya me pasé de estación. Bajo en la siguiente y voy de regreso, yendo hacia ti. ¿Por qué tengo que verte ahora que empiezo a sentir que las cosas están un poco mejor? ¿Realmente no te das cuenta que sólo lo estás complicando más? “Para arreglarlo todo”, me dijiste. Creo que tú como yo sabes que no hay nada que podamos arreglar…
Si supieras que cada día lo intento una y otra vez, siempre al despertar pienso que hoy por fin la contaminación que invade mis emociones se ha ido y que por fin volveré a sentir… a sentir algo que no sea esta horrible tristeza que oscurece mi alma. Pero entonces al caminar, al dar un solo paso, me doy cuenta que no es así, que la oscuridad sigue ahí y que ha salido de su escondite ahora que he despertado, ahora que realmente puede atormentarme.
Si supieras que cada noche muero y vuelvo a morir. Recostado en la cama, hundido en mis pensamientos y flotando en la fantasía de lo que pudo haber pasado, una puñalada me atraviesa y todas aquellas imágenes vuelven a pasar a través de mis ojos. Quisiera poder decirte que lo que fui en aquel entonces no es realmente lo que soy… que ya he vuelto a ser el mismo de antes, pero que al mismo tiempo, no estoy seguro de poder seguirlo siendo. Porque ser yo es muy doloroso y ahora realmente ya no me sirve de nada.
Pero aún así lo intento, realmente lo intento otra vez. Pero sigo muriendo, cada noche, a cada hora, siempre. ¿Por qué te empeñas en hacerme ir a verte? ¿Acaso no puedes entender lo difícil que es esto? Soy un hombre, no una piedra. A pesar que no lo parezca, a pesar que aparento que nada ha ocurrido y que estoy bien, puedo sentir absolutamente todo y desde aquel día, cada paso es mi camino hacia el calvario y cada inhalación de aire es mi veneno.
Te aseguro que si tú dejaras de señalarme, yo también lo haría. Paz, paz, es lo único que quiero, es lo que hoy más necesito. Aunque aún así, a pesar de todo por lo que estoy pasando, creo que lo he hecho lo mejor que puedo. Dios, si al menos pudieras verme ahora… conocerme otra vez, lo sabrías. Seguramente te acercarías y me dejarías intentarlo otra vez.  Y juntos podríamos destrozar el tiempo que hemos estado desperdiciando. Intentar otra vez, intentar otra vez. ¿Es acaso una mala idea? Realmente no importa, porque yo sé que es muy tarde y tú también. Ya es muy tarde para todo.
Al fin he llegado a ti. Al abrirme la puerta, sonríes, y es así como tus labios enmarcan la tristeza en una curva. Hay tanto que quisiera decirte y al mismo tiempo no hay nada. Ni todos los fonemas existentes podrían ayudarme a expresar lo que tal vez podría llegar a decir. Y ahora el silencio nos mata a ambos, demostrándonos que todo ha muerto y no queda nada para salvar. Entonces me pierdo en tus ojos, aquellas esferas que me traspasan todas esas imágenes que no hacían más que atormentarme y que ahora me hacen sentir una aflicción y una nostalgia tan inmensa, al saber que ya nunca más volverán a repetirse ni que tampoco podremos crear nuevas. No estoy seguro de qué pasa, que de un momento a otro,  ya estoy acariciando tu cabello, mientras tus manos tocan mi espalda y mi mano soba ligeramente tu nuca. No sé qué pasa, que de un momento a otro, no estoy muy seguro de cómo llegué aquí, de quién soy ahora, de dónde está mi oscuridad, la oscuridad que me reinaba… simplemente ya no puedo sentirla más. Entonces, viendo cómo aquellas lágrimas mojan mis dedos, sé que todo este tiempo me ha dolido porque te ha dolido a ti.
A ti, mi cura, mi bendición, mi antídoto. Y el silencio ya no es maligno, y los fonemas ya no importan, porque tus lágrimas y las mías nos dicen todo lo que se necesita saber. Y cuando la última de ellas cae, levantas la cabeza y me dices al oído: “Hay que intentar otra vez”.